Suena el móvil, Seven tiene que despegarse, su rostro bañado en lágrimas habla por ella.
-Perdón, yo… No sé qué me ha pasado, lo siento. Avergonzada y cabizbaja mira el móvil – No es el mío. Mira el tuyo, a ver.
-¡Oh, sí! Que… ¡Qué despiste! Yo… sí. Aven se aleja unos pasos de ella y ojea el mensaje, Seven sin saber porqué, vuelve a mirar su teléfono y se fija directamente en la hora que marca, las 23:55 horas y recuerda que cuando salieron de bar ponía exactamente la misma hora.
-¿Qué hora tienes?, es que mi móvil va mal… Y mi reloj está parado. ‘’ ¿En la misma hora?’’ -¿Qué hora es?, por favor.
-Emmm, no sabría bien qué decirte, a no ser, que sean las 23:55, ¿Sabes?
‘’Que extraño…’’ –Vale, no pasa nada. Oye, no te meteré en ningún lío por… Esto ¿No?
-¿En qué clase de lío? Pequeña. Se aproxima a ella, juntando sus cinturas, mientras la mira a los ojos y sonríe.
-Ya sabes…
-No, no sé, explícamelo ¿Recuerdas que soy tonto y se me tiene que explicar bien todo?
Seven suspira, odia que le haga eso, obligarla ha decir lo evidente, lo que odia, pero siempre acaba diciendo. Le da rabia o vergüenza.
-Ya sabes… Novias…
-¡Om! Ja, ja… No, tranquila mi niña, me tienes para ti sola.
Le duele, le encanta, pero, le duele. El que continúe llamándola así, y se comporte así, la abandona, le hace daño, pero, no se lo hace son cosas… De ella, como lo ve y vive y sabe que él siempre tiene razón y sabe que lo hace, pero sigue igual.
-No me digas eso, por favor. Se aparte de él bañada en lágrimas y desconcertada, sin decirle lo que tenía que contarle, se aleja y desaparece, como desvaneciéndose y mezclándose con la arena, se vuelve invisible entre la espesa niebla que baja, vistiendo a la montaña con un traje blanco de novia.
Son las 23:55 horas, el tiempo corre más deprisa.
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